Fuga hacia Concepción: los 18 días de terror de una cubana

UNO. La llamaremos “Silvana”, aunque ese no es su nombre. Por su seguridad, nos pide que no usemos su identidad real ni mucho menos su imagen, no tanto porque tema por ella, sino por su familia, que aún permanece en Cuba y que ya ha sido “visitada” por agentes de los servicios secretos, luego de que desertara en agosto del programa estatal en que trabajaba. Hoy, desde una de las comunas del Gran Concepción, donde llegó luego de 18 escabrosos días de fuga por el continente, pide refugio político.

DOS. Silvana estudió medicina. Se recibió en 2015 y luego de ello comenzó a efectuar su beca de anestesiología. Sin embargo, fue castigada por el régimen cubano, debido a que decidió viajar a otro país a visitar a su marido, que también es médico. A diferencia de ella, él posee doble nacionalidad, por lo que cual puede desplazarse sin problemas. Cuando regresó a Cuba se encontró, entonces, con una desagradable sorpresa: le habían suspendido la beca y la mandaron a un consultorio.

TRES. Tras un buen tiempo logró terminar su especialidad, pero le prohibieron salir de Cuba por cuenta propia. No obstante, a inicios de 2021 fue llamada a unirse a las “Misiones médicas”; es decir, al envío de profesionales de la salud a distintos países que, a cambio de ello, entregan ayuda económica a Cuba.

—No hay otra opción. Tienes que ir. Te lo imponen, pero allí vi la oportunidad de entrar a Chile —reseña, recordando que por aquellas fechas su esposo ya había llegado al país, en forma legal, desempeñándose en la actualidad como médico en el Gran Concepción.

CUATRO. Venezuela fue una experiencia aún peor, recuerda, pues dice que además de que había una vigilancia estricta de los supervisores cubanos hacia todos los médicos, no se podían mover con libertad, les pagaban un salario mínimo que —asegura— no alcanzaba para comprar un litro de aceite y, además, “nos daban un stock de alimentos que era insuficiente”, todo lo cual la llevó a manifestar su disconformidad cada vez más creciente, lo cual señala que dio inicio a una persecución frontal su contra que, entre otras cosas, significó que la enviaran a trabajar a epidemiología (lo que no es su especialidad), al tiempo que la amenazaban con que sería enviada de regreso a Cuba, lo que ella estaba segura significaría la cárcel. La otra opción era huir de allá, pero eso significaba desertar de las misiones médicas, lo que tiene una pena mínima de ocho años de prisión.

CINCO. Finalmente se decidió a huir (pese a que desertar de las misiones médicas tiene una pena de ocho años de cárcel) y junto a su marido, en Concepción, planificaron el escape. Ninguno de los dos quiere dar muchos detalles de cómo lo hicieron, por la seguridad de los implicados, pero entregan algunas luces: contrataron a militares que, a cambio de 4.500 dólares (casi 4.5 millones de pesos) que les fueron enviados desde nuestro país, la llevaron a la frontera con Brasil, atravesando toda Venezuela y sorteando así las inspecciones carreteras, aunque en una de ellas los uniformados que revisaron el auto en que iba sospecharon de ella y la hicieron desnudarse, aparentemente buscando drogas. Como no encontraron, la dejaron seguir.

SEIS. En la frontera con Brasil, Silvana quedó en manos de lo que en Chile conocemos como un “Coyote”, alguien que, a cambio de dinero, se interna por accesos ilegales para trasladar personas indocumentadas de un país a otro. En este caso, el paso fue a través de la espesura selva amazónica y se extendió por un día entero. Ya en un poblado de Brasil, personas conocidas del marido de Silvana la fueron a buscar y la llevaron en auto, en un viaje de varios días, hasta la frontera con Bolivia.

SIETE. Aquí aparecen de nuevo los “Coyotes”, pero esta vez el viaje comenzaba de noche y en medio de un río selvático, sobre un botecito atestado de migrantes. Silvana, que no sabe nadar, iba muy asustada, y razones tenía de sobra, pues el bote hacía agua por todos lados y a cada rato parecía zozobrar. Sin embargo, lograron llegar a tierra firme y proseguir el trayecto, el que pensaba transcurriría en más calma, pero estaba errada. Mientras viajaba en un furgón lleno de personas la policía boliviana detuvo el móvil y, luego de chequear sus documentos y los de los demás, se fueron todos detenidos. Afortunamente, dice, los policías aquellos solo querían una cosa: dinero. Luego de casi un día la dejaron en libertad, tras pagarles 100 dólares.

OCHO. Gracias a ello pudo seguir en camino a su destino, esa especie de puerta de entrada al país que es hoy el poblado altiplánico de Colchane. Supuestamente otro “Coyote” la estaría esperando allí, pero el sujeto no estaba, la noche avanzaba y las cosas comenzaron a tornarse muy peligrosas. Con angustia y sin entrar en detalles, relata que la trataron de violar y que en ese lugar “vi muchas personas malas dispuestas a todo”. Finalmente, logró encontrar a un chileno que por 60 mil pesos la llevaría a Iquique. Lo que ni ella ni los demás migrantes que subieron a su vehículo sabían era que cada vez que vieran Carabineros en la carretera deberían bajarse en medio del desierto y correr hacia adelante, a fin de que el “Coyote” los recogiera más allá y pudiera, de ese modo, eludir el control policial. Según relata, eso pasó varias veces, a tal punto que estima que corrió al menos cinco kilómetros. Finalmente, ya de madrugada, pudo llegar a Iquique, donde se reencontró con su esposo.

NUEVE. Fueron 18 días de una travesía llena de peligros y muy cara, que culminó el 03 de septiembre. Su esposo estima que fueron cerca de seis mil dólares lo que costó sacarla de Venezuela y Silvana señala que se trató de casi tres semanas “de vigilia total, sin descanso, con el temor de ser vigilada, perseguida o estar expuesta a cualquier peligro”. Pese a la satisfacción que siente por haber logrado su objetivo, la llegada ha sido de agraz. Por una parte, se enteró de que apenas ella desertó de Venezuela su familia en Cuba fue objeto de agresiones verbales y de la interceptación de sus comunicaciones, por parte de la policía secreta, a lo que se suma el hecho de que la única forma de que ella pueda iniciar los trámites destinados a que Chile la acepte como refugiada y le otorgue una visa temporal es llenar un formulario de tal en el Servicio Nacional de Migraciones. Sin embargo, su abogada, Carolina Hidalgo, dice que dicho documento le ha sido negado a Silvana, pese a que lo ha pedido en al menos cuatro oportunidades. Es por esa razón que el lunes pasado interpuso un recurso de protección a favor de la médica cubana ante la Corte de Apelaciones de Concepción, la cual lo acogió a trámite.

DIEZ. Carolina Hidalgo asegura que todo lo anterior es una especie de política no escrita destinada, por la vía de los hechos, a poner trabas a los migrantes, con excusas como que no se le puede dar el formulario “porque se cayó el sistema” o porque no podría llenarlo sin antes haberse autodenunciado en la frontera. “El punto es no otorgar el beneficio”, señala, mientras que Leandro Mujica, Director de Comunicaciones de Veabogados.cl (la oficina de Hidalgo) agrega que en estos casos se evidencia una fuerte paradoja, pues “estás huyendo de tu país y vienes a un país libre, pero al llegar acá te siguen restringiendo, por el hecho de ser extranjero”.

Fotografía: images.nasa.gov

Publicado en Gran Concepción