El enigmático extorsionador del cónsul de Alemania en Concepción

A principios de 1997 llegó a Concepción el argentino Diego Emiliano D’Alessio, de 30 años, quien sólo tenía un fin entre ceja y ceja: irse de acá con 13 millones de dólares. Eran tiempos convulsos en el país, en general, pues el 31 de diciembre de 1996; es decir, solo unos días antes, cuatro presos pertenecientes al Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo (FPMR-A) se habían fugado en un helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago, lo que había desatado una tormenta política y policial.

En Concepción, sin embargo, D’Alessio parecía estar completamente ajeno a ello.  En forma muy escrupulosa, al interior de la pensión en la cual se estaba quedando, en calle Prat, redactó  una curiosa carta en alemán, utilizando una máquina de escribir eléctrica. En el texto, en poco más de tres párrafos, decía que el gobierno de la República Alemana le debía entregar 13 millones de dólares debido a que él estaba en antecedentes de una supuesta guerra sicológica que el estado germano habría emprendido contra la nación judía.

Prometía que si el dinero le era entregado, se compraría una estancia en el sur de Chile en la cual se dedicaría a criar caballos, olvidándose para siempre de este asunto. Finalmente, indicaba al destinatario de la carta que no se hiciera asesorar por la Central Intelligence Agency (CIA) de Estados Unidos, ni por el servicio secreto exterior de Israel, el Mossad.

Firmaba con el nombre de «Jacob».

¿Distéfano?

Con una decisión extremadamente firme, este trasandino de 30 años, alto, fornido y de ojos claros, se dirigió hasta las oficinas del entonces cónsul honorario de Alemania en Concepción, el ingeniero Herbert Siller.

Hablando en un perfecto alemán, le entregó la misiva al diplomático, indicándole que posteriormente acudiría a buscar su dinero.

Al día siguiente debía acudir a su cita con el cónsul y llegó puntualmente. Luego de conversar con él en la oficina, el personero lo invitó a caminar por calle Chacabuco. Allí, mientras paseaban, fueron interceptados por varios carabineros del OS-7 (a quienes el cónsul había denunciado la extorsión), los que detuvieron en el acto al argentino, quien no opuso ningún tipo de resistencia a la aprehensión.

Desde allí fue trasladado al cuartel de la Segunda Comisaría de Concepción. Sin embargo, antes de declarar, exigió que sus “derechos de prisionero” fueran respetados de acuerdo a la Convención de Ginebra y luego anunció que sólo hablaría ante un juez, del mismo modo en que lo hacían los integrantes del FPMR y otros grupos subversivos.

Incluso, exigió hablar sólo con oficiales -aduciendo que él tenía tal rango- y hasta se burló de los policías, asegurándoles que simularía demencia ante la jueza que estaba de turno (pues en aquella época aún no existían los fiscales) y que lo dejarían en libertad.

-Esto es más grande de lo que se imaginan -les dijo más de alguna vez, cuando se allanaba a conversar.

Aunque habló poco, aseveró que él estudiaba el idioma ruso en La Habana, Cuba, y que era buscado en Italia porque había formado parte de un grupo extremista que intentó dar un golpe de Estado.

El único documento de identidad que portaba el enigmático Diego Emiliano D’Alessio, según Carabineros, era un carné de identidad federal (DNI) argentino, en el que sólo se consigna su nombre y edad. Sin embargo, tenía un nexo con Concepción, pues su padre Néstor había sido profesor del Instituto de Sociología de la UdeC entre 1969 y 1973. Estrechamente vinculado con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fue expulsado del país luego del golpe de Estado.

D’Alessio hijo registraba registraba dos salidas y dos entradas de Chile en los registros de la PDI. La primera salida era de septiembre de 1995 y la primera entrada unos días más tarde.

Posteriormente salió de Chile, vía aérea, hacia La Habana, Cuba, el 22 de diciembre de 1996, y regresó el 29 de diciembre; es decir, dos días antes de la espectacular fuga en helicóptero, operación que contó con un gran respaldo internacional, pues en ella intervinieron militantes del Sinn Fein Irlandés (las hermanas Shannon), del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) paraguayo y de exmilitantes de los Montoneros argentinos, entre ellos un hombre que usaba la identidad de Luis Carlos Distefano, el cual, según los carabineros que detuvieron a D’Alessio, se parecía bastante a este, de acuerdo con la fotocopia del DNI de Distéfano, que habían hecho en una automotora de Santiago, donde este compró el Subaru Legacy en el cual los frentistas huyeron luego de aterrizar en el Parque Brasil.

Por cierto, lo más probable es que dicho nombre (Distéfano) fuera falso. En medio de la operación, el mismo sujeto uso también otra identidad (Roberto Diselli), pero Carabineros no pudo establecer con seguridad que  D’Alessio fuera Distéfano.

El nexo de Talcahuano

Había otro elemento que hacía pensar en un nexo local con la fuga.

Hacia la segunda semana de enero se presentó ante la justicia un hombre domiciliado  en Talcahuano, quien padecía de VIH-Sida, que había contraído por una transfusión sanguínea y de la cual en ese momento era portador asintomático. El individuo, un exaspirante a detective, se había separado de su esposa y esta se había llevado consigo a la hijita de ambos. El hombre contó que varias veces intentó visitar a la niña pero era agredido violentamente por sus ex parientes políticos, por lo que decidió comprar un arma para defenderse.

Tras efectuar algunas averiguaciones, dijo que logró contactar a un amigo suyo que conocía alguien que vendía pistolas, por lo que lo llevó en moto a una casa del popular sector de Los Lobos. Dentro de ella le vendaron la vista y luego lo llevaron a otra vivienda, en la cual había un sujeto afuera, en actitud de custodio.

Una vez dentro y con la vista libre, asegura que se encontró con varios sujetos que revisaban armas sobre una mesa, mientras al fondo, sobre una pared, había una bandera del FPMR. Le mostraron una UZI sin cargador, algunas pistolas y un revólver, pero no compró porque según él estaban muy caras. Cuando se retiraba, vio a un hombre de espaldas, quien repentinamente volteó la cabeza y así descubrió (según su versión) el inconfundible perfil de Pablo Muñoz Hofman, uno de los fugados de la CAS.

La historia sonaba inverosímil, pero cuando el denunciante ¾que pedía se regularan judicialmente las visitas a su hija, a cambio de la información¾ fue derivado desde la Corte de Apelaciones a la PDI de Concepción, a los detectives les sonó muy convincente, entre otras cosas porque en dicha policía sabían que en el sector de Los Lobos existía una “casa de seguridad” del FPMR y que en ella llegaba con cierta regularidad Galvarino  Apablaza Guerra,  alias “Salvador”, el número 1 del FPMR, actualmente asilado en Argentina.

Rápidamente se organizó un operativo de allanamiento, tras conseguir una orden judicial, y así fue como el 15 de enero de 1997 los detectives  “reventaron” la vivienda que indicaba el informante, pero lo único que encontraron fue a una asustada anciana, durmiendo en una modesta cama. Los muebles que él había descrito no estaban y nada encajaba, así es que se abandonó la investigación.

¿No se lo dije?

La última semana de enero de 1997 D’Alessio fue entregado al Primer Juzgado del Crimen penquista, cuya magistrada subrogante, Gilda Miranda, lo interrogó por bastante rato, luego de lo cual fue conducido al penal El Manzano mientras la magistrada decidía si lo procesaba, para lo cual tenía cinco días, según el antiguo sistema de justicia.

Al mismo tiempo, la policía comenzó a diseñar una serie de hipótesis respecto de las reales intenciones de D’Alessio. La principal era que se trataba de una persona con problema psiquiátricos, pero había varios detalles que llamaban la atención, entre ellos la gran facilidad con que parecía desplazarse por distintos países y los idiomas que manejaba.

Carabineros investigó, de hecho, la posibilidad de que el sujeto efectivamente  tuviera nexos con algún grupo subversivo implicado en la fuga de la CAS y, a través esta maniobra -que destacaba por lo burda que era- buscara ser extraditado a Argentina, a fin de evitar su detención por parte de algún servicio policial chileno.

Como fuera, al día siguiente de su detención D’Alessio fue trasladado desde el penal El Manzano hasta el Servicio Médico Legal de Concepción con el fin de efectuarle un chequeo general, determinándose además que se le realizara un peritaje siquiátrico.

Finalmente, tras cinco días de reclusión y de que le aplicaran los peritajes psiquiátricos correspondientes, Diego Emiliano D’Alessio quedó en libertad por falta de méritos, pues la jueza Miranda concluyó que el hombre no estaba mentalmente sano.

Según trascendió en esa ocasión, no era la primera vez que D’Alessio se metía en problemas de este tipo, lo que fue confirmado por sus propios padres, quienes en ese tiempo residían en Alemania y quienes viajaron a Concepción a buscar a su hijo, llevándoselo con ellos un par de días más tarde.

La última vez que los policías que lo aprehendieron se encontraron con él fue cuando D’Alessio fue llevado al tribunal para ser notificado de su libertad. Al salir del despacho de la jueza, todavía engrillado, pasó al lado de un oficial del OS-7 y le susurró algo al pasar.

-¿No se lo dije? -le preguntó, con una irónica sonrisa.

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