Las claves teléfonicas que usaba asociación ilícita de Arauco

Lo informes y grabaciones telefónicas que dan cuenta de la investigación en contra de grupo que vendía autos robados en Santiago en la Provincia de Arauco detallan no solo la forma en que intentaban eludir a la justicia, sino también situaciones al menos irónicas, como lo sucedido al líder del grupo, a quien le intentaron robar el auto en que se movilizaba en Santiago.

Cientos de horas de interceptaciones telefónicas, seguimientos y vigilancias son las que constan en la carpeta judicial relativa a la investigación de más de un año efectuada por el Servicio de Encargo y Búsqueda de Carabineros (SEBV) y la Fiscalía de Análisis Criminal y Focos Investigativos (SACFI) de Concepción, en contra de una banda que, desde la comuna de Los Alamos, se dedicaba a vender vehículos robados en la zona central, operación bautizada como “Clan 3.0” por la policía uniformada.

A través de la transcripción de las escuchas, queda en evidencia que los imputados usaban palabras claves para referirse a los móviles. Así, por ejemplo, a los vehículos los llamaban “saco de papas”, “yeguas” o “caballos”, mientras que al negocio ilegal que sostenían le decían “las carreras”. A las patentes falsas les llamaban “papa más delgada” o “herradura” y a los carabineros les decían “tíos”.

Lo anterior se refleja en diálogos entre José Enrique Jara Carrasco (más conocido como “Pepe” Jara) y su suegro Claudio Rubén Ortiz Ibánez, “Claudito”, el líder de la agrupación y en otras conversaciones entre este y otros sujetos.

En una de las escuchas, interceptada el 30 de noviembre de 2021, Jara llama al segundo y le cuenta que una persona que les había comprado una camioneta (a cambio de la cual se había comprometido a construir tres cabañas a Jara) había sido detenida en Antihuala, a bordo del móvil robado.

Ante ello, “Claudito” se queja:

—Conchatumadre, ¿con la camioneta negra?

—Sí, con el “saco de papas” negro, así que el “saco de papas” negro quedó ahí —le retruca Jara, reconviniéndole su olvido del código.

—Por la revisión técnica vencida, chucha, mala la huevá.

—Mala, mala. De Conce andaban dice —agrega Ortiz, refiriéndose al SEBV.

—Encontraron “la papa más delgada”, así que ahí está en Antihuala detenido.

—Mala la huevá, ojalá que no hable huevás.

—Parece que ya habló el huevón, nombró a mí y todo. Ya, para que usted supiera como está la cosa, para estar atentos a la jugada —finalizado “Pepe” Jara.

Efectivamente, tal como sabía Jara, el detenido, José Baeza, había declarado ante la policía, aseverando que cuando Jara le entregó la camioneta, una Nissan NP300, que había sido robada a inicios de noviembre en La Florida, le dijo que la camioneta la había comprado Ortiz a un gitano de Chillán, al que identificaron como Simón Meléndez California.

En otro diálogo, que sostuvieron en marzo de este año, luego de la detención de otro implicado y la incautación de otro móvil, habían decidido ya cambiar el lenguaje.

—¿Cuál yegua fue la que mancó ahí? —preguntó Ortiz, refiriéndose a la que había sido incautada.

—La yegua esa, la, la, la que estaba en Cerro Alto —respondió Jara.

Posteriormente, este mismo aseveró que la culpa de que los carabineros hubieran decomisado el móvil era de quien lo tenía, aseverando que se mostraba mucho:

—El se paseaba con el caballo pa’ allá y pa’ acá, pa todos lados andaba, en camino de ripio, en las toscas y camino de asfalto, en todos lados andaba metido, lo metía en las quebradas, en todos lados, entonces hasta las nalcas iba a buscar puh”.

—Caballo fino. El tiene la culpa nomás con el caballo, puh —le respondió Ortiz. Según el SEBV, el adjetivo de “fino” se refería a que se trataba de un móvil de alta gama.

—Sí, justamente —le repondió “Pepe” Jara.

—Lo cagaron al caballo nomás.

—Sí.

—Puta la huevá.

—Mala cueva. La yegua de mi primo, la que está en Ranquilco, esa yegua también la echa a correr todos los días —aseveró Jara.

—Claro.

—Ahí se debilitan los caballos.

—Sipo’. En el ripio la va a cagar el huevón, ahí poh vas a tener que conversar con él —dice Ortiz.

Luego de varios comentarios más, este  reflexionaba:

—Está malo para hacer carreras, oye.

—Malísimo, horrible, no, no, está malo, malo, malo, malo, está mala la cosa —opinaba Jara, a su vez.

En otra escucha, esta vez entre Ortiz y otro de sus yernos, Víctor Alejandro Rebolledo Muñoz, más conocido como “Gallina”, respecto de un jeep de color rojo, el primer dice a Rebolledo que “fueron unos tíos a preguntar a la casa por mí”, pero el interlocutor no capta a qué se refiere “Claudito”.

—…es que no entiendo… fueron a preguntar unos tíos… —se queja Rebolledo.

—Los pacos, los pacos, puh, huevón —lo reta su suegro.

El 28 de junio de este año, en tanto, Ortiz conversó con un tal “Ariel”, respecto de la venta de un camión.

—Oye, tenís alguna posibilidad de que mandís las fotos de la herradura del caballo blanco ese?

—Sí, para echarlo a correr —responde Ortiz, refiriéndose con ello, según la transcripción efectuada por el SEBV, a la comercialización.

—Ah, vale, ya —responde Ariel.

—Ah.

—Vale.

—Para las medidas de la herradura —complementa “Claudito”, quien a esas alturas se había dado cuenta de que su lenguaje en código no estaba siendo bien comprendido.

—Sí, vale mi huacho. Tú te referís a la lata de zinc —asevera Ariel, llamando de ese modo a la patente.

—Sipo.

Cien años de perdón

Quizá uno de los episodios más sarcásticos que se describe en los audios es una interceptación telefónica realizada el 24 de junio de este año, cuando alguien que no ha sido aún identificado llamó a Ortiz, para cobrarle un dinero que le debía depositar.

Este le responde que está en Santiago y le cuenta algo desagradable que le sucedió:

—Casi me robaron el auto los chuchasumadre.

—¿Adónde casi le robaron el auto?

—Aquí en la Alameda dejé la huevá, me bajé, lo fui a revisar y ‘taba abierto, el control lo funcionaba nada, me estaban haciendo la pega —señala Ortiz, indicando que estaban en proceso de sustracción del vehículo cuando volvió a este.

—Le estaban haciendo con la máquina, con la pulimochi —responde el desconocido, refiriéndose a un control de desbloqueo universal.

—Siiiiií y había unos huevones en un segundo piso, una huevá, una casa vieja. Ahí estaban los huevones.

—Usted tiene que andar con harto cuidado cuando viene en auto, porque ahí andan hartos bloqueando aquí, los huevones.

La venta en prenda

En el expediente judicial queda en evidencia el caso de varias personas que se vieron tentadas ante la posibilidad de tener un vehículo tope de gama por precios absurdos, que iban entre 6 y 21 millones de pesos, los que eran pagados al contado, en casi todos los casos, y que representaban por lo general la mitad del valor comercial, o menos.

La explicación para ello era que se trataba de vehículos con prenda, pero que todo lo demás era legal, aunque —como lo indican los informes del SEBV— a simple vista, en la mayoría de los casos, era posible apreciar que, por ejemplo, las placas patentes estaban falsificadas.

Como lo establecer uno de dichos reportes, estos vehículos eran comercializados “mediante un sistema informal bajo la modalidad de prensa, la que consiste en vender un vehículo con algún tipo de limitación al dominio; es decir, son intansferibles, haciendo coincidir la placa patente de confección artesanal (falsa) que mantiene instalada el móvil, con otro vehículo de similares características de alguna región del país y así no levantar sospechas sobre su actuar delictual”.

Tal como se informó, nueve integrantes de este grupo fueron detenidos la semana antepasada, acusados de asociación ilícita, la cual, según la petición que formuló la Fiscal Carmen Luz Flores del Juzgado de Garantía de Leu, era encabezada por Claudio Ortiz Ibáñez, quien daba las instrucciones a los demás, incluyendo a Estefanía Henríquez Díaz, hasta entonces funcionaria de Gendarmería.

Según la acusación de la fiscal, además de ambos, también formaban parte de la asociación ilícita José Jara, Víctor Rebolledo Muñoz, César Ortiz Burdiles, Bernardino Díaz Gutiérrez, José Baeza Paredes, Nicole Jara Troncoso y Fernando Jara Troncoso. Todos ellos fueron formalizados en Lebu y la mayoría de ellos quedaron en prisión preventiva, salvo Estefanía Henríquez (que se encuentra embarazada) y César Ortiz, quienes quedaron sujetos a la medida cautelar preventiva de arresto domiciliario total.

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