UNO. Claudio V. recuerda perfecto el día que confirmó que había sido adoptado. Hacia agosto de 2004 su hermana menor había comenzado a decirle que ella sospechaba que era adoptada, pues no se parecía a sus padres.
Aunque el caso de Claudio era distinto, pues tenía alguna semejanza con la familia de su madre, le quedó la duda. Fue en ese momento que comenzó la que sería la mayor búsqueda de su vida, una que aún dura hasta hoy.
Claudio llamó a la asesora del hogar junto a la cual creció, una mujer cariñosa y amable, a la cual solo le hizo una pregunta:
—¿Por qué nunca me contaste que somos adoptados?
La interpelada guardó silencio por largos segundos y luego confirmó la sospecha.
—Porque yo no era la persona adecuada —le dijo, agregando que ella había llegado a su casa cuando él tenía seis meses de edad y por ende no conocía más detalles.
Sí le contó que alguna vez escuchó una conversación entre el padre de Claudio y su abuelo, en la cual hablaban sobre su adopción, luego de lo cual el padre se le acercó a ella y dijo una frase que nunca olvidaría.
—Nunca repita lo que escuchó aquí.
DOS. Con ese contexto, un 3 de septiembre de 2004 Claudio V. fue, como siempre, a ver a su madre a la casa de ella, en la Villa San Pedro. A esas alturas, su papá llevaba ya cerca de un año fallecido y ella vivía de la pensión del INP que obtuvo luego de muchos años de trabajo, primero como asistente social en Schwager y, después, en Huachipato, empresa de la cual jubiló en 1981.
Sentado frente a ella, le preguntó si su hermana era adoptada. Su madre adoptó un semblante serio y asintió con la cabeza, contrariada.
—Me costó varios minutos tener el valor para preguntarle por mí —relata Claudio.
Finalmente, reunió el coraje necesario y se lanzó.
—¿Y yo?
Su madre volvió a quedarse en silencio. Luego se sacó los anteojos y rompió a llorar.
—También —musitó.
—Tienes un hijo y también un amigo. Quizá cuánto has sufrido —le dijo Claudio, tomándole las manos, luego de lo cual se sirvió un vaso de whisky con ella y no preguntó más de momento, solo de momento.
TRES. Por supuesto, Claudio V. quiso saber más al respecto, no solo por la curiosidad natural que surge frente a una noticia de este tipo, sino por la posibilidad de tener más familia, quizá más hermanos, sobrinos, tíos, quién sabe ¿no?
Sin embargo, su madre se cerró completamente frente al tema. Se enojaba cada vez que se lo tocaba e, incluso, se alteraba. Así las cosas, Claudio V. comenzó a averiguar por su cuenta. Fue al Registro Civil y allí consiguió su comprobante de parto y su inscripción de nacimiento. El primer documento es bastante peculiar. Dice que él nació a las 13 horas del 01 de agosto de 1964 en la desaparecida Clínica Concepción (ubicada en Las Heras con Galvarino), pero el certificado solo fue emitido cinco días después. Pese a tratarse de una clínica, la única persona que firmaba era una matrona, Brígida Toledo y, más llamativo aún, no había testigos del parto, lo cual se refrendaba en la inscripción de nacimiento.
Fue en ese momento, al ver el nombre de la matrona, que Claudio recordó una vieja foto en blanco y negro que tenía en su casa. Es una instantánea de su cumpleaños número 1, la que ilustra esta crónica. Él está al centro de la mesa, rodeado de varios niños más grandes. Detrás hay varias mujeres, incluyendo a su madre. Cuando preguntó a su progenitora quiénes eran aquellas señoras, ella le dio los nombres de todas y agregó un detalle: que quien estaba al centro de la foto era la matrona que lo había traído al mundo; es decir, Brígida Toledo.
¿Qué hacía ella en su primer cumpleaños?
CUATRO. Fueron muy pocas las veces que la madre de Claudio (ya fallecida) volvió a decirle algo al respecto. Sin embargo, en una ocasión le confesó algo enigmático: que cierto día iba en un taxi, por el centro de Concepción, cuando vio a una mujer joven que llevaba una guagua en brazos que ella pensó que era Claudio. Desesperada, pensó que se estaban llevando a su hijo y se bajó, solo para descubrir que era un error, que no era su bebé.
—Siempre vivió atemorizada de que algo así pudiera pasar. Me contó que, por ejemplo, no disfrutaba las fiestas, los cumpleaños, las navidades. Vivía con culpa —relata Claudio.
Tiempo después de esa conversación Claudio le volvió a tocar el tema y ella le comentó que “sentía que había robado un hijo” y no solo eso:
—Me dijo que si yo seguía investigando ella se iba a ir presa.
CINCO. En las historias familiares siempre hay una tía que sabe lo que el sobrino necesita saber. Pues bien, esa tía, en este caso, fue la que más antecedentes le dio a Claudio. Según lo que ella recordaba, Claudio V. era hijo de una niña de 17 años, hija de un alto ejecutivo de Schwager, que había sido internada de “apendicitis” en la Clínica Concepción, un establecimiento que en 1993 fue allanado por Carabineros, debido a las denuncias que había en su contra por la realización de abortos en ella. No obstante, en este caso, la joven madre dio a luz y, según la versión que conocía la tía, apenas el niño nació fue entregado a quien aparecería en los papeles como su madre, algo que era imposible, debido a que había sido sometida a una histerectomía total en 1959.
La misma tía fue quien le contó que un día iba en auto junto a otra tía de Claudio, también por Concepción, cuando la segunda mujer vio a una joven caminando, tras lo cual afirmó: “ahí va la mamá de Claudio”.
Con el paso del tiempo fueron apareciendo otros retazos de la historia, que no sabe si son reales: que su padre trabajaba en Huachipato, que en realidad era hijo de una hermana de su madre, que su madre biológica era “de muy buena familia” y que lo trató de contactar varias veces, sin que su madre legal lo permitiera, lo que de algún modo podría explicar la culpa que ella sintió siempre.
SEIS. Salvo esa tía y algunas piezas de información que otros familiares le han entregado, en general la actitud de todos ha sido tratar de disuadirlo, argumentándole qué para qué remover las heridas del pasado y cosas por el estilo. Sin embargo, Claudio precisa que necesita cerrar un ciclo y “saber si hay alguien más que tenga la misma sangre que yo”.
Aunque es un escéptico, en este camino se ha sometido a regresiones e incluso visitó a una “adivina” pero, como es obvio, nada concreto ha salido de allí.
También, años atrás, le envió una carta a la matrona, luego de averiguar donde vivía. En dicha misiva le explicaba quién era y le pedía información. Sin embargo, Brígida Toledo no respondió.
Ante ello, se consiguió el número de teléfono de su casa, se armó de valor y llamó.
—La escuché instruir a la persona que me respondió, a lo lejos, algo así como “dígale a ese señor que mis servicios terminaron hace 10 años” —relata Claudio V.
SIETE. Pese a que todas las puertas parecieran haberse cerrado, Claudio no quiere rendirse. Sus próximos pasos serán buscar la asesoría de una ONG dedicaba a buscar antecedentes sobre personas adoptadas ilegalmente en Chile y además está pensando en denunciar su caso a la causa rol 1044-2018, que se investiga en la Corte de Apelaciones de Santiago, en la cual están agrupadas todas las causas de sustracción ilegal de menores y adopciones ilegales, la cual está dividida en cuatro cuadernos. Uno de ellos, el “C”, recoge casos de personas adoptadas ilegalmente antes del 11 de septiembre de 1973.
Del mismo modo, Claudio V. (cuyo nombre completo resguardamos, en función de su privacidad) decidió contar públicamente los hechos, pensando también en la posibilidad de que alguien sepa algo respecto de su caso o de las irregularidades que se cometían en la Clínica Concepción.
Si es así, les agradeceremos que nos contacten por medio de Facebook, Twitter, Whatsapp o correo electrónico.
