Se cumplen ya 23 años de la desaparición del estudiante penquista, un caso que generó verdaderos terremotos policiales, judiciales y políticos también pero que, a la fecha, sigue en la más absoluta impunidad.
El viernes 19 de noviembre de 1999, cerca de las 7.30 de la mañana, Jorge Matute Johns, más conocido como Coke, se encotraba afuera de su casa, en el sector de Spring Hill, en San Pedro de la Paz, esperando a un compañero de curso. Ambos estaban en quinto año de Ingeniería Forestal, en la Universidad de Concepción, de la cual egresarían en tres semanas, luego de lo cual partirían en una gira de estudios a Bariloche, en Argentina.
Sin embargo, esa mañana ambos estaban contratados para apoyar en la Feria Forestal Expocorma, donde estuvieron trabajando de garzones casi todo el día. A eso de las 19.30 Coke llegó a su casa y tomó once con Cinthia Otárola, su polola desde hacía dos años. Luego de eso recibió un llamado telefónico de su excompañero del Colegio Salesianos, Gerardo Roa, quien le pidió que lo acompañara a salir esa noche, pues a Roa le interesaba una joven que, sin embargo, se negaba a salir sin su hermana (se trataba de María José y María Paz Maldonado). En consecuencia, Roa necesitaba de un amigo que acompañara a la otra joven.
—No viejo, estoy cansado —le respondió, agregando que su hermano Alex no estaba y como era habitual en ellos, cuando uno salía, el otro se quedaba con la madre de ambos.
—Compadre, acompáñeme —insistió Gerardo por el teléfono, pero Jorge quedó de avisarle más tarde.
Finalmente, Matute aceptó, pues una amiga de su madre (María Teresa Johns) se iba a quedar en la casa con ella, pero no se atrevió a decirle a su polola adonde irían. A cambio de eso, le explicó que junto a Gerardo pensaban visitar a otro amigo de ellos, que acababa de ser padre.
Tras dejar a Cinthia en el paradero de la micro, Coke regresó y se cambió de ropa. Se puso unos bototos Caterpillar que su padre le había traído de un viaje anterior a Estados Unidos, una polera blanca, unos jeans marca Mossimo y una camisa Americanino, de color celeste.
Cerca de las 23.30 horas, el Daewoo Tyco de la mamá de Gerardo, por aquel entonces alumno de ingeniería comercial de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, se estacionó en las afueras de la casa de Coke, tras lo cual ambos salieron. Jorge se despidió de su madre María Teresa Johns diciéndole “voy y vuelvo”. Ella le dio 1.500 pesos y le pidió que se cuidaran y que volviera temprano.
El padre de Coke (Jorge Matute Matute), en tanto, se encontraba en ese momento de vacaciones en Estados Unidos junto a su nueva pareja, la mujer con la que compartía su vida tras separarse de María Teresa.
Gerardo atravesó rápidamente el puente Viejo, hacia Concepción, y lo primero que hizo fue buscar un cajero automático, para lo cual se estacionó en las afueras de la sede del Banco Santander, por aquel entonces ubicado en Chacabuco con Serrano, desde el cual, con la tarjeta de su madre, giró seis mil pesos.
Regresó al móvil, avanzaron unos metros y en una botillería ubicada en Chacabuco con Angol los jóvenes compraron una botella de pisco, una de Coca Cola, hielo y papas fritas, tras lo cual se dirigieron al departamento de las hermanas Maldonado, ubicado en Cochrane con Caupolicán, donde estuvieron conversando con ellas por algunos minutos.
Cerca de la 1 de la mañana los jóvenes decidieron ir a bailar a “La Cucaracha”, discoteca situada en el camino al aeropuerto Carriel Sur, muy de moda en ese momento y propiedad de Bruno Betanzo (actualmente fallecido y quien durante mucho tiempo fue injustamente acusado de tener algo que ver con la desaparición de Jorge).
Al llegar al establecimiento recordaron que todavía les quedaba licor, por lo que hicieron lo que ya se había convertido en una costumbre en ese local: tomarlo estacionados en el auto. Media hora después se bajaron y, antes de entrar, Gerardo dejó la botella de licor que tenían a medio consumir escondida, detrás de la rueda delantera del Daewoo.
Mientras las jóvenes pagaron sin problemas su entrada (el cover de esa noche costaba cuatro mil pesos), entre los dos amigos reunieron hasta la última moneda que les quedaba para poder ingresar.
Tan escasos de dinero andaban que las muchachas les invitaron un trago adentro, lo cual no les significó un desembolso muy grande, debido a los bajísimos precios que allí se cobraban, pues la estrategia comercial de la disco se basaba en vender mucho y a bajos costos.
Una noche oscura
Dos eventos se sucedieron esa noche en “La Cucaracha”. El primero de ellos fue un desfile de modas organizado por una joven egresada de diseño de vestuario, en el cual participaron unas cien personas que fueron invitadas al evento, que terminó a la medianoche.
Posteriormente comenzó una fiesta tecno organizada por el programa “Máquina Dance” de radio Tiempo, en la cual participaron tres DJs contratados por la emisora, lo que atrajo a una gran cantidad de integrantes de la comunidad gay de Concepción.
Coke y sus amigos comenzaron a bailar, él con María Paz (de 23 años, alumna de primer año de sicología) y Gerardo con María José (de 21 años y estudiante de medicina de la Universidad de Concepción). A eso de las 2.15 salieron a beber algo de licor que les quedaba en el auto.
Un poco antes de las 3 entraron, momento en que María Paz se encontró con otro joven, Andrés Mella, y según los testimonios que prestó ante la policía, luego de ello no volvió a ver a Jorge. Este, sin embargo, fue al baño junto con Gerardo, quien le preguntó qué pasaba.
Coke dijo que “no estaba ni ahí” con María Paz y regresó a la pista de baile. María José bailó por algunos minutos más con Gerardo, hasta que ella también fue al baño.
Cuando salía de la escalera que conducía a éste se le cruzó un hombre al que describió como más bajo que ella, el cual le dijo algo así como “al tipo que anda con ustedes le van a sacar la cresta, porque está pintando el mono”. Justo vio a Coke unos metros más adelante de ella, al lado de la puerta de acceso, por lo que le preguntó qué pasaba, pensando que ese ominoso mensaje se refería a él.
Matute sonrió y le respondió algo así como “no pasa nada”. Ella volvió a la pista de baile y minutos después volvió a ver al joven cerca de allí, pero esta vez con expresión seria. Bailaba con una mujer que se encontraba de espaldas a ella, por lo que no la pudo identificar.
En ese momento las versiones se comienzan a tornar extremadamente confusas. Distintos testimonios aseveran que Jorge entraba y salía de la discoteca. Otros jóvenes presentes esa noche en el lugar aseguran que bailó con una mujer de unos 40 años, rubia y enfundada en un ajustado vestido blanco, mientras que otros dicen que estuvo sentado en la barra.
Como sea, esa noche Jorge no llegó a su casa. Gerardo se retiró a las 4.15 aproximadamente, sin Jorge, a quien dice haber buscado sin dar con su paradero, y sin las hermanas Maldonado, las que prefirieron no subirse a su auto, al ver el estado de ebriedad en que se encontraba, por lo cual pidieron a un amigo que las llevara de regreso a Concepción.
Alita de mosca
Según las investigaciones realizadas en medio del caso, esa noche se congregaron cerca de 500 personas en la disco, en la cual hubo un alto consumo de drogas (especialmente de un clorhidrato de cocaína conocido como “alita de mosca”, por su fineza) y una serie de conflictos, entre ellos la discusión de Luis Cifuentes (conocido como “El Mota”) con su polola y con otro sujeto, lo que motivó que los guardias lo expulsaran de allí. Además, según describe un informe de la Brigada de Homicidios, uno de los jóvenes que estuvo procesado en el caso, Oscar Araos Díaz, discutió con su expolola, Daniel Opazo, y luego con Jaime Domínguez (conocido como “El Artesano”), en la puerta de la disco, lo que finalmente terminó en una pelea en el estacionamiento, entre otros hechos.
Lo único claro es que a partir de esa noche nunca más se vio con vida a Jorge Matute y que se inició una de las investigaciones judiciales más polémicas y extensas de la historia del país.
Pese a que el cuerpo de Jorge fue finalmente encontrado en febrero de 2004 en el camino a Santa Juana y a que la causa pasó en ese momento a estar caratulada como “homicidio” actualmente se encuentra sobreseída, sin culpables.
Los únicos siete procesados que hubo en la causa fueron acusados el año 2000 de haberle mentido a la jueza a cargo del caso, Flora Sepúlveda, por lo cual fueron imputados del delito de “obstrucción a la justicia”, pero fueron sobreseídos cuando, con motivo del inicio de la Reforma Procesal Penal, dicha figura penal pasó a ser cometida solo cuando se mentía ante un fiscal, lo que ellos no habían hecho, pues a quien le mintieron acerca de sus movimientos de aquella madrugada (lo que se comprobó gracias a las ubicaciones en que los registraban sus teléfonos celulares) fue a la magistrada Sepúlveda, no a un fiscal.
