El acta de la Independencia que se firmó en Concepción

Última actualización el 20 de octubre de 2022

El 18 de septiembre de 1810 fue una mañana agitada en el cabildo de Santiago. No fue, como muchos creen, el día en que se firmó la Independencia de Chile. Quizá esa sea una de las interpretaciones, pero lo que realmente aconteció en esa jornada presidida por don Mateo de Toro y Zambrano fue un acto de fidelidad hacia la corona española. Y de refilón, claro, terminamos independizándonos.  El ejército francés había invadido España y expulsado de allí a Fernando VII de Borbón, nuestro soberano de aquel entonces. Como reacción, surgió la Corte de Cádiz, que buscaba autogobernarse mientras Fernando estuviera en el exilio, y ello fue imitado por los nobles criollos.

Así consta en el acta del cabildo abierto, que señala textualmente (lo traducimos a español moderno): “oído el Procurador General, que con la mayor energía expuso las decisiones legales y que a este pueblo asistía las mismas prerrogativas y derechos que a los de España para fijar un gobierno igual”… “a ejemplo de lo que hizo el Señor Gobernador de Cadiz;  (que) depositó toda su autoridad en el Pueblo para que acordase el Gobierno más digno de su confianza y más a propósito a la observancia de las Leyes y conservación de estos dominios a su legítimo Dueño y desgraciado Monarca el Señor Don Fernando Séptimo”.

El documento señala igualmente que luego de electos los integrantes de la junta de gobierno en Chile, juraron “defender este reino hasta con la última gota de su sangre, conservarlo al Señor Don Fernando Séptimo y reconocer el Supremo Concejo de Regencia”.

Finalmente, “todos los  cuerpos militares, jefes, prelados, religiosos, y vecinos  juraron en el mismo acto obediencia y fidelidad a dicha junta instalada así en nombre del Señor Don Fernando Séptimo, a quien estará siempre sujeta, conservando las autoridades constituidas, y (dejando a los) empleados en sus respectivos destinos”.

¿Independencia?

La real firma de independencia de Chile, no obstante, se concretó casi ocho años más tarde, en Concepción, y de ello también quedó constancia en actas, como corresponde.  Y ojo con lo que dice allí Bernardo O’Higgins: “estaba reservado el siglo 19 el oír a la América reclamar sus derechos sin ser delincuente y mostrar que el periodo de su sufrimiento no podía durar más que el de su debilidad. La revolución del 18 de septiembre de 1810 fue el primer esfuerzo que hizo Chile para cumplir esos altos designios”.

Más adelante, proclamaba que  tras los abusos cometidos por España durante la guerra, “este último desengaño les ha inspirado naturalmente la resolución de separarse para siempre de la Monarquía Española, y proclamar su INDEPENDENCIA a la faz del mundo”.

Terminaba diciendo: “Firmada en el Palacio Directorial de Concepción a 1 de enero de 1818, firmada de nuestra mano, signada con el de la nación y refrendada por nuestros Ministros y Secretarios de Estados, en los Departamentos de Gobierno, Hacienda y Guerra, Bernardo O’Higgins, Miguel Zañartu, Hipólito de Villegas, José Ignacio Zenteno”.

Y ya lo sabemos. Se dice que esta acta de redactó en Talca (en realidad el acta se aprobó allá, el 12 de febrero de 1810), que es una copia del original, pero lo que es claro es que a fines de 1817 don Bernardo se encontraba en el sitio de Morrillos de Perales (en Talcahuano) y que tras terminar el sitio  se dirigió  a la Plaza de Concepción, donde leyó el acta, por lo que desde entonces es conocida como la Plaza Independencia. Lo refrendó el propio O’Higgins (según señala la biblioteca del Congreso) en un documento suscrito ante un notario pocos días antes de su muerte en Lima, en 1842, donde escribió de su puño y letra “en primero de enero de 1818, como órgano de la voluntad nacional, declaré solemnemente la Independencia de Chile en la ciudad de Concepción”.

De acuerdo al “Libro de Oro de Concepción”, del destacado Carlos Oliver Schneider, Edmundo Larenas y José Plaza de los Reyes dijeron que el acta se había firmado sobre un tambor en las alturas de los Morrillos de Perales, con la intención de arrojarla a las huestes realistas que invadían, a los ojos de O’Higgins, lo que ahora era un estado soberano.

Sin embargo, ello no se llevó a cabo y posteriormente se realizó una ceremonia en la Plaza de Concepción, donde hubo un acto en el cual estuvieron presentes los miembros del Tercer Batallón de Infantería de Arauco. Luego se realizó una misa a cargo del presbítero José Ignacio Cienfuegos y tras ello se instalaron mesas en la plaza y se comieron cuatro lechones que, antes de ser degustados, fueron bautizados con los nombres de los jefes del Ejército realista.

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