Editorial: ¿Se necesita un estado de excepción en el Gran Concepción?

Última actualización el 16 de noviembre de 2022

La respuesta corta pareciera ser que sí, que tal como lo han planteado varios parlamentarios, así como el Gobernador Regional, sería necesaria la implantación de un estado de excepción constitucional en el Gran Concepción, después de los dos atentados acaecidos en la última semana en la costanera y de otros hechos, como el ataque explosivo perpetrado en Hualqui, el 4 de septiembre pasado.

Evidentemente, cualquier acción que contribuya a disminuir la sensación de inseguridad va a ser siempre bienvenida.

No obstante, quizá es tiempo de avanzar más a fondo en la búsqueda de soluciones en esta materia, no solo porque es obvio que si se instala vigilancia militar en la costanera los aficionados a los incendios seguirán actuando en algún otro lugar, sino porque el problema de problema de fondo sigue existiendo: la anomia en que quedó sumido el país a partir del estallido social y de la cual no se ha recuperado.

Por cierto, la anomia, esa falta de respeto absoluto a las normas, venía manifestándose desde mucho antes, pero sin lugar a dudas cristalizó durante esos días y desde entonces la situación no ha cambiado mucho.

Con ingenuidad, muchos miran hacia figuras populistas y autoritarias como Nayib Bukele como un modelo que habría que seguir, desconociendo sus tratos secretos con las maras (las principales pandillas salvadoreñas) y creyendo, además, en la vieja idea de muchos, según la cual la criminalidad se combate con leyes más y más duras, algo que de hecho ha fracasado una y otra vez en muchos países, incluyendo a El Salvador.

Claro, para una persona común y corriente, que respeta la luz roja del semáforo, que paga al subir a la micro, que tiene un trabajo honesto y que lo único que quiere es criar a sus hijos para tengan un mejor pasar que ella, la sola posibilidad de pasar un día, un año o lo que sea en la cárcel es algo impensable. Se trata de un estímulo tan poderoso que probablemente la disuada de cometer cualquier delito, ante la posibilidad de perder la vida que lleva.

Sin embargo, lo que disuade a las personas que respetan la ley no funciona con los criminales, con aquellos que han crecido en ambientes en los cuales el delito es ensalzado (como sucede con la narcocultura) y para quienes el respeto es mayor en la medida que más ficha tengan; es decir, en la medida que hayan cometido más y más violentos ilícitos.

Irse a la cárcel, por más o menos años, no es un problema real para un delincuente. Desde dentro de la cárcel se puede seguir traficando sin problemas, cometiendo estafas telefónicas o incluso secuestrando a otros internos con el fin de extorsionar a los parientes de este a fin de que paguen rescates.

Ese es justamente uno de los puntos débiles de todo el sistema penal chileno: la deficiente infraestructura de las cárceles, la escasa cantidad de gendarmes, la forma inhumana en que operan los turnos de muchos de ellos y el modo en que los reos pueden, muchas veces, impunemente, operar desde adentro.

De hecho, y como decía el abogado penquista Waldo Ortega en una de sus columnas, publicada ayer, ya es tiempo de comenzar a bloquear las señales de los celulares que manejan los internos. Cómo él también planteaba, debería ser un delito el llevarle un teléfono a un reo (especialmente si quien lo hace es un abogado), pero también debería haber una inversión importante en infraestructura, que permita que aquellos que tienen posibilidades de ser rehabilitados cuenten con la asistencia para ello y que los demás cumplan las penas a las que fueron condenados, sin posibilidades de delinquir mientras estén presos.

Por supuesto, todo lo que se pueda efectuar en favor del fin de la anomia es positivo: nuevas leyes de inteligencia y crimen organizado, la vigilancia de la infraestructura crítica, un nuevo Código Penal, más vehículos para Carabineros, qué duda cabe.

Sin embargo, mientras las cárceles no dejen de ser escuelas del delito, siempre va a seguir existiendo un grupo de personas para las cuales -lamentablemente- las normas no significan lo mismo que para el resto.

Publicado en Actualidad Gran Concepción