Última actualización el 20 de octubre de 2022
Seamos francos: aún se puede transitar por el paseo peatonal de Concepción. No obstante, luego de varias semanas en que este se vio completamente desprovisto de los tradicionales comerciantes ambulantes que se toman las veredas conformando un extenso y muy poco estético bazar persa, están comenzando a regresar.
Cualquiera que ha vivido o transitado por sus cercanías sabe muy bien que en los meses que restan para el fin de año van a aumentar exponencialmente su cantidad y que hacia inicios de diciembre poco menos que se necesitará un salvoconducto para poder transitar libremente por allí.
Por supuesto, muchos de los ambulantes llevan décadas los mismos lugares y conocen muy bien no solo la dinámica de esa verdadera arteria femoral sobre la que se estacionan (sí, muchos de ellos llegan allí en excelentes automóviles), sino también la de Carabineros, y saben que es insostenible mantener el paseo repleto de uniformados para, a la vez, mantenerlos a ellos dispersos en calles más lejanas.
Es obvio. Cada nueva medida de protección dispuesta en la Provincia de Arauco (por ejemplo) significa destinar uniformados a ella y eso significa sacarlos de algún lado. Del mismo modo, llenar el paseo peatonal de policías significa desatender algún otro sector, sobre todo en la periferia.
Mientras ello siga sucediendo, los ambulantes profesionales, aquellos que se dedican de lleno al comercio ilegal generando grandes ganancias, vendiendo muchas veces artículos robados o falsificados, evadiendo IVA, marcando el “territorio” que usan y reaccionando con violencia extrema ante las fiscalizaciones, van a seguir floreciendo a vista y paciencia de todos, sin que ninguna autoridad tenga posibilidades de ganar esa pelea, si es que se quisiera considerar ello como tal.
Y sí: es muy fácil culpar de esto al municipio de Concepción, tal como es fácil culpar al municipio de Santiago o el de Providencia del comercio ambulante desatado en muchas de sus calles, pero en justicia hay que reconocer que los municipios no mandan a la policía (la que ya sabemos, no tiene el personal suficiente) y que el comercio callejero es un problema endémico en todas las grandes ciudades de América del Sur.
Quizá, entonces, sea necesario mirar hacia algunas de ellas, como Bogotá o Sao Paulo, con el fin de encontrar experiencias de control por medio de la formalización de algunos de los ambulantes, algo que hoy parece impensable, sobre todo la rigidez de las leyes y normativas al respecto.
Como sea, es necesario encontrar una solución al problema, porque el copamiento de las zonas afectadas por este problema es nada más que un parche, pero no soluciona una enfermedad que no solo conlleva la pérdida de espacios de públicos, evasión de IVA, la venta de productos robados o defectuosos y la competencia desleal hacia quienes sí pagan impuestos, imposiciones y arriendos, sino, además, muchas veces sirve de amparo para bandas delincuenciales que amparan a delincuentes y narcotraficantes, como lo han evidenciado una serie de hechos criminales ocurridos en el centro penquista en los últimos años, incluyendo el homicidio de un joven de solo 16 años.
