El Municipio de Concepción realizó una consulta popular destinada a saber dónde debería realizarse la 58 versión de la Feria Internacional de Arte Popular: en el Parque Ecuador o en el Parque Bicentenario.
Por supuesto, la respuesta mayoritaria fue la primera. Desde la perspectiva del visitante, el Parque Ecuador es un lugar inmejorable para ello, pues está en pleno centro de la ciudad, posee un agradable entorno, con mucha sombra, y además está fijado en el inconsciente colectivo como el sitio en el cual se ha realizado dicho evento en forma tradicional (salvo en los últimos años, en que se efectuó en el Parque Bicentenario).
Sin embargo, a quienes debería haberse preguntado si quieren una feria de esta masividad al lado de sus casas es a los vecinos de ambos parques, pues son ellos los que vivirán (o sobrevivirán) durante varios días en medio de música a alto volumen desde temprano, de vehículos estacionados hasta en sus jardines y de inseguridad por las noches (como mínimo).
Es muy probable que pocos vecinos quieran ser los receptores de este o de cualquier otro espectáculo masivo que perturba el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación y a no tener que soportar en sus viviendas el ruido constante, el olor que emana de los anticuchos que venden en las calles y el problema vial que genera algo parecido.
De hecho, sería deseable que el municipio efectuara una consulta semejante a los vecinos del sector norte de Concepción, especialmente a aquellos que viven en el cuadrante comprendido entre Vicuña Mackenna, Ejército, Rengo y Castellón, para saber si quieren seguir viviendo del modo en que lo han hecho en los últimos años, cuando dicho lugar se llenó de incontables locales nocturnos (algunos de ellos, simples bodegones de grandes dimensiones de los cuales emana reggaetón a un volumen insoportable) y se convirtió en una verdadera zona de sacrificio nocturno, como años ha sucedió con Plaza España, con Plaza Perú o con Pedro de Valdivia.
Todos esos sectores finalmente terminan desvirtuándose por lo mismo: la violencia, expresada en homicidios y delitos de todo tipo, como el asesinato de un joven DJ hace pocas semanas, afuera de uno de los bares del sector.
Sin embargo, mientras la gente decide dejar de asistir a estos locales, proceso que por lo general toma varios años, las personas que residen allí se enfrentan no solo a la desvalorización de sus viviendas, sino a la imposibilidad de dormir durante varia noches a la semana, al miedo de ser asaltados afuera de sus casas y a la indolencia general de las autoridades, que permiten que este tipo de recintos se aglutinen en sectores específicos y degraden el nivel de vida de los residentes.
Por cierto, este es un problema transversal. Recientemente, los vecinos de Lonco, en Chiguayante, debieron soportar música a alto volumen y aglomeraciones de lunes a lunes, de 17 a 24 horas, durante cuatro meses, en un espectáculo efectuado por el municipio local junto a una empresa que nunca dio la cara, hasta que al final tuvo que intervenir la Contraloría, ante las múltiples irregularidades. Hoy, sin ninguna sorpresa, sabemos que dicha empresa, pomposamente llamada «Misa Group», no solo perjudicó durante meses a los vecinos, sino que además incumplió parte de los exóticos acuerdos que tenía con el municipio, dejó tiradas grandes cantidades de basura y, además, no le pagó los sueldos a varias personas que trabajaron para ella.
Por cierto, la diversión siempre es buena y bienvenida, pero se convierte en un problema de convivencia cuando trasgrede los derechos de otras personas y, ante ello, los municipios deberían ser los primeros llamados a velar por los derechos de esos vecinos, pues para eso están.
